El Carmen: condenan a abusador sexual
En la Sala de audiencias sólo estaban los jueces, los abogados de las partes, los funcionarios judiciales, el abusador Valeriano y Lidia. Ella, con los ojos denunciantes del llanto recurrente, estaba sola en una de las cuatro bancas destinadas al público. Apenas la dejaron entrar en la Sala en la etapa de los alegatos, porque fue una de las principales testigos. La denunciante, para agregar exactitud al relato. Solo ella en la banca, porque no se permitió el ingreso de nadie más ya que se trataba de un juicio penal con una víctima menor de edad.
Lidia fue una y otra vez a cada audiencia, para estar simplemente en el hall de la Sala I de la Cámara en lo Penal de Jujuy. En ese estar en el hall, la acompañaron sin pausa sus compañeras de la Casa de la Mujer de El Carmen. Le pusieron el hombro, para el llanto, para traer la calma, porque varias de ellas supieron y saben en carne propia lo que es que un hijo sea víctima de abuso sexual.
Valeriano era policía. Ahora ya no. Una noche decidió abusar de un niño de 14 años. Lo obligó a hacerle sexo oral. El niño no contó en forma espontánea lo ocurrido, porque así ocurre generalmente con los niños. Pero un mensaje de texto humillante de Valeriano dirigido a su hijo llegó a los ojos de Lidia. Y allí comenzó la carrera por saber qué ocurrió, y quién era el responsable. Más eficaz que cualquier policía, se hizo pasar por otra persona… la historia es larga, lo importante es que Lidia supo por su hijo qué ocurrió, y supo por ella misma y la ayuda de una amiga quién era el autor de lo que ocurrió a su hijo.
Decidió denunciar, a pesar de sus dudas que son las certezas de tantos para no hacerlo.
Decidió acercarse a La Casa de la Mujer de El Carmen, y encontró amigas que no la dejaron sola, y que festejaron la condena.
No hubo testigos del hecho, y aunque el juez instructor no le creyó a su hijo, y procesó por estupro, Lidia y el fiscal apelaron, y la Sala de Apelaciones revocó el fallo, y ordenó el procesamiento por abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser el autor integrante de la fuerza de seguridad en servicio.
Luego llegó la causa a juicio oral, y otra vez le creyeron a él, a pesar del discurso de las defensas de los abusadores que recurren a las contradicciones para decir que la víctima miente. Pero las contradicciones son porque la vergüenza y el miedo hacen que algo se oculte, y tal vez en otra oportunidad eso que se ocultó ya no se oculta. Esta vez, le creyeron a la víctima. Y no por casualidad. Las voces que hace tiempo se hacen oír han hecho algo de mella en los procesos penales contra los abusadores, también en Jujuy. Por fin alguna vez, por esas voces, tuvimos la sensación “extraña” de que la víctima estaba mejor posicionada en una sala de audiencias. No se ahorró sufrimiento, pero por los menos cinco años de aquí en más Valeriano estará privado de someter sexualmente a alguien fuera de las rejas de la cárcel. Ojalá sea más, porque en estos delitos la libertad condicional es libertad para volver a violar.
Lidia, aún frente a los jueces, no le sacó los ojos de encima a Valeriano. Ella y su hijo sufrieron lo indecible por su culpa. Y la sentencia transformó las lágrimas constantes de dolor en lágrimas de alegría por un poco de reparación. Se abrazó después con sus compañeras. Y después brindó con algunas de ellas. El Encuentro Nacional de Mujeres de Tucumán tendrá su participación y su relato sobre el sufrimiento y el porqué de una batalla ganada.
Los detalles legales sirven para el debate: si estaba o no prestando servicio Valeriano al momento de cometer el abuso (estaba uniformado pero no realizaba tarea de servicio en ese momento); si el sexo oral es abuso sexual gravemente ultrajante (con la pena de 4 a 10 años de prisión) o abuso sexual con penetración (es decir, “violación”, con la pena de 6 a 15 años de prisión). Lo importante es que al margen de los debates marcados en la jurisprudencia nacional, los jueces no impusieron el mínimo de la pena (4 años) sino siete. Y Valeriano sigue preso varios años más.
En la Sala de audiencias sólo estaban los jueces, los abogados de las partes, los funcionarios judiciales, el abusador Valeriano y Lidia. Ella, con los ojos denunciantes del llanto recurrente, estaba sola en una de las cuatro bancas destinadas al público. Apenas la dejaron entrar en la Sala en la etapa de los alegatos, porque fue una de las principales testigos. La denunciante, para agregar exactitud al relato. Solo ella en la banca, porque no se permitió el ingreso de nadie más ya que se trataba de un juicio penal con una víctima menor de edad.
Lidia fue una y otra vez a cada audiencia, para estar simplemente en el hall de la Sala I de la Cámara en lo Penal de Jujuy. En ese estar en el hall, la acompañaron sin pausa sus compañeras de la Casa de la Mujer de El Carmen. Le pusieron el hombro, para el llanto, para traer la calma, porque varias de ellas supieron y saben en carne propia lo que es que un hijo sea víctima de abuso sexual.
Valeriano era policía. Ahora ya no. Una noche decidió abusar de un niño de 14 años. Lo obligó a hacerle sexo oral. El niño no contó en forma espontánea lo ocurrido, porque así ocurre generalmente con los niños. Pero un mensaje de texto humillante de Valeriano dirigido a su hijo llegó a los ojos de Lidia. Y allí comenzó la carrera por saber qué ocurrió, y quién era el responsable. Más eficaz que cualquier policía, se hizo pasar por otra persona… la historia es larga, lo importante es que Lidia supo por su hijo qué ocurrió, y supo por ella misma y la ayuda de una amiga quién era el autor de lo que ocurrió a su hijo.
Decidió denunciar, a pesar de sus dudas que son las certezas de tantos para no hacerlo.
Decidió acercarse a La Casa de la Mujer de El Carmen, y encontró amigas que no la dejaron sola, y que festejaron la condena.
No hubo testigos del hecho, y aunque el juez instructor no le creyó a su hijo, y procesó por estupro, Lidia y el fiscal apelaron, y la Sala de Apelaciones revocó el fallo, y ordenó el procesamiento por abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser el autor integrante de la fuerza de seguridad en servicio.
Luego llegó la causa a juicio oral, y otra vez le creyeron a él, a pesar del discurso de las defensas de los abusadores que recurren a las contradicciones para decir que la víctima miente. Pero las contradicciones son porque la vergüenza y el miedo hacen que algo se oculte, y tal vez en otra oportunidad eso que se ocultó ya no se oculta. Esta vez, le creyeron a la víctima. Y no por casualidad. Las voces que hace tiempo se hacen oír han hecho algo de mella en los procesos penales contra los abusadores, también en Jujuy. Por fin alguna vez, por esas voces, tuvimos la sensación “extraña” de que la víctima estaba mejor posicionada en una sala de audiencias. No se ahorró sufrimiento, pero por los menos cinco años de aquí en más Valeriano estará privado de someter sexualmente a alguien fuera de las rejas de la cárcel. Ojalá sea más, porque en estos delitos la libertad condicional es libertad para volver a violar.
Lidia, aún frente a los jueces, no le sacó los ojos de encima a Valeriano. Ella y su hijo sufrieron lo indecible por su culpa. Y la sentencia transformó las lágrimas constantes de dolor en lágrimas de alegría por un poco de reparación. Se abrazó después con sus compañeras. Y después brindó con algunas de ellas. El Encuentro Nacional de Mujeres de Tucumán tendrá su participación y su relato sobre el sufrimiento y el porqué de una batalla ganada.
Los detalles legales sirven para el debate: si estaba o no prestando servicio Valeriano al momento de cometer el abuso (estaba uniformado pero no realizaba tarea de servicio en ese momento); si el sexo oral es abuso sexual gravemente ultrajante (con la pena de 4 a 10 años de prisión) o abuso sexual con penetración (es decir, “violación”, con la pena de 6 a 15 años de prisión). Lo importante es que al margen de los debates marcados en la jurisprudencia nacional, los jueces no impusieron el mínimo de la pena (4 años) sino siete. Y Valeriano sigue preso varios años más.
Fuente: Pcr
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